Porque lleva en sí el secreto del soplo, del germen, del crecimiento, Wifredo Lam ha puesto los pies en los platos académicos y los conformismos. Wifredo Lam es el primero de las Antillas que ha sabido saludar la libertad. Y por estar libre de todo escrúpulo estético, libre de todo realismo, libre de toda preocupación documental, Wifredo Lam sostiene, magnífico, la gran cita terrible: con el bosque, la marisma, el monstruo, la noche, las semillas volantes, la lluvia, la liana, el epifito, la serpiente, el miedo, el salto, la vida.
Palabras del poeta Aimé Césaire. La cita terrible con el bosque, la lluvia, la serpiente, la vida. La pasión, la Naturaleza, lo oculto, la sangre, en maridaje con el mayor refinamiento. Una pintura palpitante. Cuando a principios de los años cuarenta Lam vuelve a Cuba se espanta de la corrupción que sufre la isla, de la simpleza de la cultura oficial. Aborrece el folclorismo. Son años duros en los que entabla una relación estrecha con algunos disidentes, como Alejo Carpentier, y se empapa del universo espiritual caribeño. El mundo animal y vegetal hermanados con lo humano.
No puedo dejar de mostraros alguno de los cuadros más hermosos que me había dejado en el tintero. A la derecha Sín título, perteneciente a su serie Malezas, de 1958. La influencia de las abstracción gestual americana es indudable. Cuando lo vi, mi primera impresión fue que me había confundido de sala y estaba ante un Pollock. Pero con la exuberancia de Lam. Sensaciones.