La viuda de Montmatre

la-viuda-de-montmartre-2_tcm424-184463Desde que vi la exposición de Davidson en la Fundación Mapfre, me persiguen estas fotografías. Cuando comencé a perfilar la entrada que publiqué hace unos días elegí otras imágenes para mostraros, instantáneas poderosas e impactantes, pero me guardé estas, no sé  por qué. Luego le dediqué otro comentario y nuevas fotografías a su testimonio del Harlem  de finales de los años sesenta, y esta anciana de Montmatre, madame Fauchet, se quedó en una carpeta de mi escritorio.  La he mirado de vez en cuando, pero no hacía falta, porque su rostro y su figura alejándose por la calle, su caminar renqueante, su soledad, no se me iban de la cabeza.

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Desde hace tiempo coincido en el café de la mañana con un matrimonio anciano por el que he ido sintiendo un creciente afecto. Ella, una señora alta  y delgada, muy elegante, de gesto dulce, camina con dificultad apoyada en un bastón. Él, bastante mayor que ella, camina a su lado erguido, solícito, pendiente de sus inestables pasos. Ella no puede aguardar de pie una mesa libre y una mañana me pidió permiso para compartir la mía. Con cierto fastidio renuncié a mi sagrado rato de café y periódico y le di conversación. Desde entonces mi implicación en su vida y sus avatares ha ido en aumento. Esta mañana la he encontrado más frágil, más vencida, y me ha dado una pena infinita. Quizá por eso me he decidido a traer a Madame Fauchet a Mi casa. Aquí la tenéis.

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5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Ayer en el Colegio de Médicos proyectamos la Película «Volver a Empezar» de José Luis Garci. Tuvimos la suerte de que viniera el mismísimo Garci al coloquio a hablarnos de ella. Te escribo porque no puedo quitarme de la cabeza, como tú a Madame Fauchet, la historia de Júpiter que se encuentra en el filme y que creo está en sintonía con las imágenes, tu texto… Parafraseo, obviamente:

    Júpiter, cansado de la convivencia con los dioses, decide bajar a la Tierra. Se disfraza de mendigo y va pidiendo en cada casa de la ciudad asilo y comida. Todas las puertas se le cierran, excepto una muy humilde. En ella vivían pobremente una pareja de ancianos que decide compartir con él dios (sin saber que lo era) todo lo que tenían. Quizá patatas, rábanos, pan, poca cosa. Sin embargo, el gesto fue suficiente para que Júpiter se revelara ante ellos como el Dios supremo que era y les ofreciera cualquier deseo. ¿Qué pidió la humilde pareja? Tan sólo el no verse privados en vida de la presencia del otro ni un solo instante.

    La familia vivió varios años todavía, pero un día, el señor sintió que su cuerpo se endurecía y se cubría de hojas. Apenas tuvo tiempo de decirle a su mujer que la amaba, pues esta también quedó cubierta por el follaje. Por encima de las hojas se formaron cortezas y de ellas surgió un único tronco en el que descansaron juntos los dos ancianos por toda la eternidad.

    ¿Hay mejor forma describir el amor?

    Un beso, Sol.
    R.III

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    1. Sol dice:

      Qué bien escribes y qué preciosa historia nos cuentas, Ramón. Muchísimas gracias por compartirla. Espero verte a menudo por Mi casa, que es la tuya. Un beso enorme

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  2. Fred Anónimo Veneciano dice:

    CARRIZO

    ¿Montmatre? Ya, ya..: eso es Cimadevilla (se te ha colado esa foto entre lo de Davidson, Sol).

    Calle de la Vicaría, a las dos y media de la madrugada de un sábado de agosto de mi juncal jeunesse. Garúa.
    En «La Cabaña», trasiego de botellas vacías, risas sofocadas, una imprecación. Paco, asoma, otea el cielo gris-naranja y arroja una colilla al pavimento.
    «El Mesón del Gallo» cerró a las dos y de la parte de Tabacos hace rato que no baja nadie.
    Y asoma Susa, renqueando y ladeada. Dura la vida de las que friegan platos en Zabala y ya son viejas. Y estos trasnoches…
    Cuando llega a la esquina de Batería detiene el paso. Escucha:

    «Aún no ha salido el sol, el suelo brilla,
    bajo el suave orbayar de mi tierrina.
    Pisada recia, en la madrugada, la barca espera,
    llegó la hora de ir a la mar.
    Pescadores de la costa verde y bella,
    pescadores, aunque todo el mundo duerma
    en la mar está tu vida, allí tienes tu faena.»

    El falsete de Carrizo y un rasgar algo desafinado terminan por endulzarle la noche a Susa, . Reemprende la marcha y se pierde en la esquina del «Escocia». Orbaya.

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    1. Sol dice:

      Cimadevilla, sí. Cimadevilla de mis amores, podría serlo perfectamente. Y la viuda Fauchet, en vez de haber convivido con un pintor y vivir en Montmatre, podría haber sido Rosi la pescadera de la Calle de la Soledad, que me despachaba unos lenguados inolvidables. Cuánto añoro mis días allí.
      Y Carrizo, total. Un beso, querido Fred

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  3. Fred Anónimo Veneciano dice:

    Que sir Neville Marriner no me lo tenga en cuenta.

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