Una radiante mañana de este cálido otoño madrileño camino desde mi barrio, Chamberí, hasta el Paseo de Recoletos, un trayecto delicioso que en muchas ocasiones prolongo hasta el Jardín Botánico o cualquiera de los museos del Paseo del Prado, y que en esta ocasión tiene como destino la Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo. Hace años que soy asidua a esta cita, para desgracia de mi bolsillo. Pese a mis buenos propósitos (limitarme a mirar, hojear y no comprar nada) siempre pico y vuelvo cargada con libros que ya no tengo donde guardar. Un desastre.
El año pasado no pude resistirme a una joya que conservo como oro en paño, Recuerdos del tiempo viejo, la biografía de Zorrilla, editada en 1882 por Eduardo Mengíbar. Hace algún tiempo, en la antigua dirección de Mi casa, os hablé de este libro y de su capítulo El juramento de la mulata en el que se refiere ampliamente a un tío bisabuelo mío, en un texto precioso cuya lectura siempre me emociona.
En esta ocasión me decido por dos grabados ingleses de mediados del siglo XIX, y un pequeño librito con poemas soeces de nuestros clásicos, la mayor parte de una ingenuidad conmovedora. Pero me hubiera llevado cientos, incluidos unos cuantos cómics que me devolvieron directamente a mi infancia.
Me despido de ti por por una semana larga, Sol… Barcelona es mi destino (y ya van tres en este año). Hasta la vuelta, un beso.
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Aquí estaremos esperándote, Fred. Fíjate en todo y luego nos lo cuentas. No tardes. Un beso. Te echaremos de menos
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Recuerdo aquella entrada sobre tu antepasado y la mulata. Me maravilló.
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