En el último suplemento semanal del diario El País, el escritor Manuel Rivas publicaba un artículo titulado ¿Qué está pasando? en el que hablaba de un camionero británico al que perseguía una nube. La calificaba de «nube pelma, de tristeza lapidaria». Afirmaba que hay días en que te levantas y tienes la sensación de que una nube triste te persigue.
Así vivo yo desde hace un mes largo, aunque eso no quiere decir que no me ría, que no disfrute de las mismas nimiedades que me han hecho feliz siempre, que no celebre la vida cada minuto y medio. Pero estoy envuelta en una pesadez, un desasosiego, una nube tenebrosa, como de mal agüero, que me ensombrece. Va más allá de la tristeza.
La pérdida te coloca ante los ojos la extrema vulnerabilidad de tu mundo. Y eso da mucho miedo.
Querida Sol: Mis palabras, lo sé, son palabras. Te las digo igual.
Creo que no existe en este mundo, una fórmula, un remedio, una panacea para tu nube oscura. Dirás, qué pesimista este mensaje que te doy. En realidad, es así, porque somos seres únicos e irrepetibles. El dolor que uno siente es intransferible. Podrá acercarse, parecerse, pero no es consuelo porque quien lo siente y lo vive, es uno. La historia es de uno.
De lo que te puedo hablar es de pérdidas y de dolor. Pero tiene diferencias con tu pérdida.Si tú has sido feliz con quien ya no está, si has compartido, disfrutado; si han estado acompañándose en momentos difíciles o gratos, a pesar del dolor y de eso que describes que sientes, es de lo que te tienes que agarrar y no soltar.
Según otras filosofías, como la de la Cábala Mística y su Arbol de la Vida, un duelo dura como un parto: nueve meses y en el décimo recién puedes elaborar: el fruto cae del árbol, ha madurado.Filosofía de amigos japoneses que también me ha ayudado mucho.
Este Arbol de la Vida tiene – digamos – diez estaciones. Cada una con su significado para este mundo y para entender desde algún lugar, la Creación.
En el décimo mes, ese fruto que cae, no significa que olvidas. No. Hay una maduración de los hechos que te permite elaborar. Uno cree que ya está. Que el sentido concreto de la pérdida, de no ver, ni hablar con la persona, alcanza. No es así: la tristeza, la angustia, la añoranza, «la nube oscura», vuelven.
Desde mi experiencia y mi sufrimiento, lo único que te puedo decir, es que es peor un «muerto» vivo. Quien se te muere por dentro y no podrás recuperar jamás. No puedo decir que elijo entre una vivencia y otra porque mentiría, pero si el sentimiento que se generó, persiste, el dolor es interminable y no es posible comprender. Vive y disfruta lo que viviste, recordando. Sonríe como haces siempre con cada momento de tu vida.
Porque para quienes creen que todo termina con la muerte física, se equivocan, tal como lo manifiestan numerosas religiones del mundo – y tomemos acá la palabra «religio» con su significado etimológico – y que comparto: tu ser querido, tu amada pérdida, espera que le des libertad, que lo dejes ir a vaya a saber a qué lugar en el Cosmos. Porque somos espíritu, también. Dile que te espere cuando le hablas en tus noches y en tus soledades, que estás bien, y que harás todo por seguir siendo la mujer fuerte, sensible, amorosa que lo amó.
Los que se van son los que nos preceden en este camino. Nada más.
Se van con él el cielo, tantos pájaros, el otoño en el parque, algunas hojas, música y tus risas, tus caricias, tus palabras de amor de siempre. Te queda, Sol, te queda mucho aquí para que le puedas contar.
Mis besos, Sol
Celia
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Claro que me sirven tus palabras, Celia, porque están dictadas por el cariño. Me queda mucho de él, es cierto. Te mando un abrazo fortísimo, amiga
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Sólo puedo decirte que aquí tienes mi mano tendida para que la aprietes, ya sea en el silencio, en la risa, en el llanto, en el dolor, en la melancolía, en la felicidad, pero siempre tendida.
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Lo sé, José. Un amigo para siempre. Un beso enorme
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Te acompaño en tu dolor, en tus miedos. Te escucho Sol, te escucho…
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Sé que estás ahí, Sylvie, con esa maravillosa sensibilidad tuya. Un millón de gracias y muchos besos
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Suscribo una por una cada palabra de los amigos. Aquí estamos Sol.
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Gracias David. Mi Casa es a veces el sillón del siquiatra, y volcarme aquí srprendentemente me sirve de terapia. Sé que estáis ahí. Un abrazo muy fuerte
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