Este es mi tercer viaje a Bruselas, y siempre me sorprende la belleza de este lugar, visita obligada, una de las plazas más hermosas del mundo. Cuando desemboco en la Grand Place aún persiste una fina llovizna, aunque el cielo se va abriendo (Magritte captó como nadie estas nubes y la dulce palidez de su cielo) y ha dejado limpia la atmósfera, refulgente el suelo y la plaza casi libre de turistas. Está rodeada por edificios de extraordinaria belleza, como su Ayuntamiento, del siglo XV, las Casas de los gremios y la Casa del Rey. «El teatro más bello del mundo», dicen que exclamó Jean Cocteau al verla. Destruida por un incendio en 1695, sus edificaciones fueron reconstruidas algunos años después. 34 fachadas de estilo-italo flamenco, todas diferentes pero formando un conjunto armonioso, con sus frontispicios, sus columnas y esculturas, tallas y dorados que brillan al sol. Un gozo.
Pero vayamos por partes. Antes de llegar a la Grand Place recorro las Galerías Reales de San Humberto, las famosas Galerie du Roi y Galerie de la Reine, que veis sobre estas líneas, una elegante galería comercial, de tiendas carísimas, donde podemos encontrar las mejores bombonerías de Bruselas (la ciudad es famosa, entre otras cosas, por sus mejillones, patatas fritas y la exquisitez de sus bombones, destinados solo a algunos bolsillos). Estas galerías, inauguradas a mediados del XIX, precedieron a otras famosas galerías comerciales europeas, como la de San Petersburgo o la Galleria Vittorio Emanuele de Milán. A la derecha, la Rue des Bouchers (Calle de los Carniceros), que se abre en la intersección de ambas galerías y da acceso al Îlot sacré, un barrio precioso de callejuelas y restaurantes, que conserva su sabor medieval pese a haber sido tomado por los turistas como yo. Está protegido, de ahí el apelativo de «sagrado».
De vuelta a la Gran Place. El edificio que os muestro abajo a la izquierda (una foto malísima, pero en la red encontraréis imágenes que le hagan más justicia) es el Ayuntamiento o Hôtel de Ville, y el de la derecha la Maison du Roi, hoy Museo de la ciudad de Bruselas, inaugurado en 1887.
Visita obligada para mi es una cervecería que se encuentra en una de las esquinas de la Grand Place, «Le Roi d’Espagne», un lugar no apto para patriotas donde sirven unos mejillones y una cerveza exquisitos. Este edificio, de 1697, fue originariamente sede del gremio de los panaderos, y debe su nombre al busto de Carlos II que se encuentra en la segunda planta.
En la planta baja está la cervecería, que reproduce un ambiente medieval y sintetiza el resquemor de los Países Bajos por la política de sangre y fuego de los reyes españoles. De hecho, degustamos sus exquisiteces bajo un enjambre de ahorcados.
Y os dejo con Charles Aznavour y una de sus mejores canciones: La Boheme