Ha muerto Leonard Cohen. Hace poco más de dos meses, de la mano de mi compañero que se iba alejando poco a poco, le leí la carta que Cohen había escrito a su ex novia, Marianne Ihlen, cuando se enteró que se estaba muriendo:
“Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos; pienso que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso ya que tú lo sabes todo. Solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Todo el amor, te veré por el camino”.
Dicen que ella sonrió, alzó la mano y dijo que estaba justo detrás de ella, tan cerca que podía alcanzarla.
Mi compañero me miraba fijamente mientras lo leía.
Todas las mañanas amanece conmigo.
Pues sí, qué penita el adios de Leonard Cohen. ¿Quién no vivió un amor entre los acordes de sus canciones-obras maestras?
En el comentario que hice a tu post sobre Nuria Espert te decía que, en mi opinión, su monólogo de Doña Rosita en los Premios era lo mejor visto en esos actos junto al discurso de José Hierro en su día y, mira que fatal coincidencia, el texto leído por Leonard Cohen: fue otra de sus joyas porque todo él destilaba la más exquisita musicalidad. No hacía falta saber inglés como es mi caso para sintonizar perfectamente con su entonación, cadencia, énfasis, pausas, fluidez, etc. Un ejemplo perfecto de cómo la más bella musicalidad también puede estar en la prosa.
Se nos fue el hombre pero su obra nos acompañará de por vida.
En cuanto a la carta a Marianne, estremecedora.
Mil besos con la emoción a flor de piel y de lágrima.
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Su muerte, y la de Marianne, siempre estarán unidos para mi a los últimos días de Manolo. Por eso me ha impresionado más su muerte. Un abrazo muy fuerte, José
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