La primera vez que visité Brujas sentí tal impacto que me propuse volver sola para poder degustarla en silencio y caminarla a mi aire. Me ocurrió también en Venecia y, aunque he vuelto muchas veces, aún no he tenido ocasión de hacerlo sin compañía. Brujas es una ciudad encantada, un lugar mágico, pese a la cantidad de visitantes que la asolamos diariamente. Hago una escapada desde Bruselas y paso un día en Brujas, prácticamente sin hablar con nadie, dejándome atrapar por el enorme encanto de esta ciudad. Una hora y cuarto desde la estación de Bruselas, un viaje en tren que hace parada en Gante. Pretendo volver en primavera y visitar tanto Gante como Amberes. Me falta vida para todo lo que me queda por conocer.
Aunque se trata de una ciudad pequeña, la estación se encuentra algo lejos del centro. Desdeño los transportes públicos y camino tratando de orientarme con un plano bastante impreciso, hasta que me topo con el primer puente y el primer canal, y siento que he llegado a Brujas. Esta imagen es la que guardaba en mi memoria: las nubes reflejadas en el agua de estos canales angostos y transparentes, la luz pálida, los colores del otoño. Camino sin rumbo, me asomo a las callejuelas y portones que encuentro a mi paso, y así descubro este encantador barrio que os muestro en la foto de la derecha, ordenado alrededor de un patio central, hurtado a las miradas de los curiosos.
Brujas es una de las ciudades medievales mejor conservadas del mundo. Fue fundada en el siglo XI alrededor de una fortaleza del siglo IX, y hasta el siglo XV fue un centro comercial de primer orden . Su red de canales le otorgan un encanto añadido. Paseas por sus calles y si logras abstraerte de los turistas, te da la sensación de haber penetrado en una burbuja temporal.
Intento sortear las calles más concurridas camino del Begijnhoven, el Beaterio, que imagino menos atestado que la Plaza del Mercado, y me pierdo varias veces, hasta que topo con la preciosa placita que os muestro a la izquierda, donde una guía está informando en castellano a un grupo de visitantes sobre dónde comer a mejor precio. Muy amable me indica el camino, y al fin llego a las puertas del Beaterio, el precioso recinto que os muestro a la derecha, mirándose en un canal. La fotografía no hace justicia, ni de lejos, a la belleza de este lugar. Parece sacado de un cuento de Andersen.
El Beguinaje de Brujas es uno de los lugares más mágicos de la ciudad. También puede traducirse por «Monasterio de la Villa, y se trata de un conjunto arquitectónico que se remonta al siglo XIII donde convivían un conjunto de mujeres comprometidas a llevar una vida de perfección, sin necesidad de tomar los hábitos ni pronunciar los votos de una orden religiosa. Como veis, está separado de la ciudad por una muralla y un foso. A principios del siglo XX la orden religiosa de las benedictinas se hizo cargo del lugar, en el que aún vivían algunas beguinas.
Durante la Edad Media estos reductos femeninos se multiplican por media Europa: Francia, Italia, Países Bajos, Alemania, Polonia, Hungría. Mujeres libres del dominio masculino. Me fascinan. Las casitas donde vivían las beguinas se disponen en un espacio cuadrangular, alrededor de un parque de espléndidos álamos, con una preciosa iglesia (os la muestro más arriba, a la derecha, entre los árboles) en la parte central. Aquí se respira paz. Estoy prácticamente sola. Me quedaría a vivir en una de estas casitas, feliz.
Me he recreado muchísimo haciendo este paseo que tan maravillosamente describes.
Cuídate. Un beso
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Cuánto me alegro que lo hayas disfrutado, Pili. Te mando muchos muchos besos y todo mi cariño
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Como decís Sol, me falta vida para conocer y reconocer todos los rincones del mundo que quisiera …Me estás abriendo nuevamente otra puerta, mi próximo Jacinto? Verdad que sola se dégusta de otra manera, yo ya me hice costumbre. Sigue disfrutando de esta paz y esta belleza mi querida.
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Plántate otro jacinto, querida, y vuelve a Europa. Yo, en cuanto pueda, iré a conocer tu tierra. Te abrazo
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