Hace unas horas que estoy en Brujas y todavía no me he acercado a la Plaza del Mercado (el Markt), corazón de la ciudad, una plaza bellísima donde se encuentra el Belfort, el símbolo de Brujas. He disfrutado tanto de la semi soledad con la que he deambulado por Brujas que me resisto a zambullirme entre la multitud. He almorzado los consabidos mejillones, patatas fritas y cerveza a la orilla de un canal, he visto como se iba abriendo la tarde y el sol arrancaba nuevos brillos al agua, a los verdes y ocres de los árboles. Pero termino sumándome a la marea que camina por Stennstrasse, la calle peatonal más comercial de la ciudad (Zara ocupa un edificio magnífico en esta calle), hasta desembocar en la Plaza del Mercado.
Y me encuentro con esta algarabía de niños enloquecidos de alegría tratando de dar caza a enormes burbujas de jabón que un chaval lanza al aire, ante el Belfort, la Torre Eiffel de Brujas, 83 metros de torre que encierra el famoso carillón de la ciudad con sus 47 campanas. Me siento en las escaleras de la estatua dedicada a Jan Breydel y Pieter de Coninck que se alza en el centro de la plaza y contemplo el espectáculo. Las enormes pompas flotan en el cielo y van elevándose hasta alcanzar la cima del campanario. Las risas de los niños, el sol irisando las pompas, la belleza de esta plaza.
Todas las casas que rodean el Markt tienen mucho encanto, pero ninguna tanto como las dos que os muestro a la derecha, en la esquina de la Plaza con la Sint-Amandstraat. Se trata de dos viviendas. La casa Bouchoute, el edificio más antiguo del Markt, de la segunda mitad del siglo XV, a la izquierda. A la derecha, la casa Craenenburg, de fachada neogótica, con torrecilla, donde fue encerrado bajo vigilancia el Archiduque Maximiliano de Austria cuando los ciudadanos se levantaron en protesta por unos impuestos que consideraban injustos.
Unida al Markt por una pequeña calle, la Breidelstraat, y compitiendo con ella en belleza, se encuentra el Burg, otra plaza donde se levantan algunos de los edificios más hermosos y emblemáticos de la ciudad. El Brugsche Vrije (La Cancillería) y el Ayuntamiento, del siglo XV, el más antiguo del país. La cancillería, a la izquierda de la foto, es un soberbio edificio renacentista en el que vemos representado a Moisés y a la Justicia.
Entre ambos edificios, una callejuela bajo un arco, la Blinde Ezelstraat (El Asno Ciego), une el Burg con los Reien, los canales de la ciudad. Muy cerca, la Plaza del Pescado (reconvertida en mercadillo de abalorios) y la Plaza de los Curtidores.
Brujas está llena de rincones sorprendentes, lugares mágicos como este otro barrio oculto que os muestro. Se trata del Godshuizen, la Casa de Dios u Hospicio, separada del resto de la ciudad por un alto muro y un portón por el que te adentras a un jardín delicioso alrededor del que se disponen las casitas, «habitaciones» que guardaban a los niños. Se fundó en el siglo XVII. Me siento en un banco en el centro del jardín, frente a una pequeña capilla. El silencio es total.
Muchas cosas se quedan en el tintero, pero no quiero aburriros ni eternizarme. Me despido de Brujas con pena, prometiendo volver. Un amigo me regala unas estrofas de «Las hojas muertas». Con ellas os dejo.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Les souvenirs et les regrets aussi,
Mais mon amour silencieux et fidèle
Sourit toujours et remercie la vie
(Las hojas muertas se juntan a montones…
los recuerdos y las añoranzas también
Pero mi amor callado y fiel
siempre sonríe y da gracias a la vida)