La Filarmónica ha inaugurado la temporada con un concierto espléndido a cargo de la SWR Symphonieorchester de Stuttgart, una formación que nace de la fusión de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart con la orquesta Sinfónica de la SWR Baden-Baden y Friburgo. Entre ambas suman siete décadas de trayectoria. Y me produce una envidia enorme la cultura musical de los alemanes, el protagonismo que la música tiene en la educación de los niños y en el ocio de los mayores. No creo que haya una ciudad alemana de tamaño medio que no cuente con una orquesta sinfónica, amén de un palacio de la ópera, orquestas de cámara, escuelas de canto y música, coros… Por suerte he viajado bastante a Alemania (un país que adoro), he conocido muchas de sus ciudades y no han sido pocas las veces que, al pasar ante una iglesia, he entrado empujada por el sonido de un órgano o un coro, ofreciendo un concierto gratuito a quien gustara escucharlo. Jamás me ha ocurrido en España.
El pianista americano Tzimon Barto interpretó el Concierto para piano en Sol mayor de Ravel, una pieza preciosa con un Adagio assai emocionante, pero en realidad yo había ido a escuchar la Sinfonía núm. 5 de Mahler, uno de esos monumentos musicales que intento no perderme cuando alguna formación la trae a Madrid. Reconozco que fui con cierto temor a que no respondiera a mis expectativas, como os conté que me pasó con Norma hace un mes en el Teatro Real. Pero mis aprensiones eran infundadas. El director, Christoph Eschenbach hizo un trabajo maravilloso, para mi gusto. Fue una Quinta apasionada, dulce, serena, melancólica, perfecta en el tempo. Un gozo.
Con ella os dejo. Y os recomiendo que escuchéis con atención el primer movimiento. Yo creo que la belleza de su famoso Adagio ha eclipsado, injustamente, la grandeza del resto de la sinfonía.