«Entre irse y quedarse», de Octavio Paz

Entre irse y quedarse duda el día,

enamorado de su transparencia.

 

La tarde circular es ya bahía:

en su quieto vaivén se mece el mundo.

 

Todo es visible y todo es elusivo,

todo está cerca y todo es intocable.

 

Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz

reposan a la sombra de sus nombres.

 

Latir del tiempo que en mi sien repite

la misma terca sílaba de sangre.

 

La luz hace del muro indiferente

un espectral teatro de reflejos.

 

En el centro de un ojo me descubro;

no me mira, me miro en su mirada.

 

Se disipa el instante. Sin moverme,

yo me quedo y me voy: soy una pausa.

 

Adoro la poesía de Octavio Paz. Libertad bajo palabra ha sido, a lo largo de los años, uno de mis libros de cabecera, poemas releídos y redescubiertos docenas de veces. Como no podía ser de otra manera, también vive en Mi casa.  Hoy me gustaría traeros las palabras que le dedica Alberto Ruy Sánchez, escritor mexicano del que hasta ahora no había oído hablar, en el suplemento cultural de El País: «Si todos los poemas del mundo un día se convirtieran en pájaros, los de Paz serían águilas americanas que miran las cosas con más detalle desde arriba. Si se volvieran espejos, los de Paz nos darían el poder de mirarnos por dentro y a la vez vernos y sentirnos plenamente entre los demás. Y si todos los poemas y ensayos del mundo fueran piedras dentro de un río, el río agitado de la vida, los de Octavio Paz serían las más grandes e indómitas, las que salen del agua y nos ayudan a ver claramente por donde cruzar».

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