Hoy en día todo se hace viejo tan rápido, el tiempo pasa tan deprisa que cualquier acontecimiento acaecido anteayer se nos presenta viejuno y anacrónico. O quizá sea simplemente que para cada generación el mundo comienza en ese instante. Dicen que los abuelos tenemos como misión transmitir experiencias y conocimientos, y yo lo intento, tengo que reconocer que con poco éxito. Pero no me resigno a que la gente joven se desentienda con esa indiferencia arrogante de la historia de su país, la que ha conformado el mundo que conocen. Debe ser mi deformación de historiadora.
Creo que los españoles aún no hemos superado completamente las heridas de la Guerra Civil, aunque sí hemos sido capaces de gestionarlas con bastante sensatez. El relato de ese horror ha estado durante muchos años en manos de los triunfadores, por lo que doy la bienvenida a todo el que pretende acercarse a ella con una mirada más objetiva y desapasionada. La guerra civil contada a los jóvenes, de Arturo Pérez-Reverte, con ilustraciones de Fernando Vicente, se presenta como un texto objetivo, escueto y riguroso, y lo compro con la esperanza de que pueda captar el interés de mi nieto, sino hoy (quizá aún sea algo joven) sí dentro de uno o dos años. Se lee con facilidad, y efectivamente se percibe el afán del escritor en no caer en maniqueísmos. A mi, como todo lo que concierne a nuestra guerra, me ha dejado una enorme sensación de tristeza. Pero creo que cumple con su cometido y puede ser de interés para los jóvenes.
Os ofrezco unos párrafos del capítulo dedicado a los disturbios en Barcelona, en el bando republicano, durante la guerra: «Los enfrentamientos políticos en la retaguardia republicana seguían dificultando el esfuerzo de la guerra. Uno de los momentos más difíciles se produjo en Barcelona, cuando enfrentamientos entre el gobierno de la Generalitat, socialistas, comunistas y anarquistas desembocaron en levantamientos armados en barrios obreros y luchas callejeras que duraron varios días. Eso dio lugar a nuevas crisis políticas y cambios en el gobierno central. Agentes soviéticos que actuaban en España intervinieron directamente, complicando aún más la situación y las tensiones entre los diversos grupos. Hubo detenciones y asesinatos. Una sorda guerra civil de odios y desacuerdos se planteó en el interior de la República».
Bienvenida sea esta obra que hoy nos recomiendas porque cuanto más leo del tema, más llego al fondo de aquel horror que no vivimos pero que del que oímos historias y más historias desde que nacimos. Estremece la última foto de un hombre esposado guiado codo con codo por otros tres, sin duda, al peor de los destinos. Besinos.
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Se supone que es tu querido García Lorca, José. Feliz Navidad, amigo querido. Hablamos.
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Uy, esos escritores que se preocupan por no resultar maniqueos cuando escriben de la Guerra Civil… Como si fuese fácil caer en el maniqueísmo, siendo tan patente de qué lado carga la fuerza del horror. Esa cautela de muchos historiadores, que tienen interiorizado un escrúpulo poco aguerrido de no pasarse en la critica del fascismo español (que aún tiene tantos resortes en su mano), no vaya a ser cosas que se complique la intendencia, hace que aquel genocidio que significó, ya no la guerra, sino el vil asesinato de millares de demócratas sin más culpa que haber sido leales al gobierno legítimo de la República, siga siendo narrado con disimulos, medias verdades y mucho miedo al maniqueísmo.
No me refiero en concreto a la obra de Pérez Reverte, que no he leído, pero soy consciente de que estamos en una miserable deriva de revisión de la historia (eso que llaman la postverdad), acorde con otras miserabilidades, no siendo la menor la de muchos intelectuales que han dimitido de su responsabilidad ética de contar la verdad, de ayudar a que naveguemos. hacia mejor puerto.
Y lo siento, Sol, pero creo que los disturbios de Barcelona no atinan a clavar el rejón en el lomo de la bestia; para ilustrar el horror y la desgracia que Franco y secuaces abatíó sobre este desgraciado país había ejemplos más aleccionadores.
No tomes por reprimenda lo que escribo, es que vivimos un grado de infamia tal que nadie bien nacido debiera quedar indiferente ante un tratamiento falaz o indulgente con aquellos bestias. No es tu caso, pero aprovecho a soltar adrenalina.
Beso, Sol
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Léelo, querido, y luego me cuentas qué te parece. Sé consciente que se trata de una aproximación al tema destinado a adolescentes. Un abrazo fortísimo, Fred, y Feliz Navidad
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