Aunque ya había visitado lo que se conserva del Muro en Berlín, nunca había recorrido sus 1.300 metros, como hacemos mi hija y yo una mañana fría de nubes bajas y opresivas, que terminan descargando y calándonos hasta los huesos. Se extiende muy cerca del río Spree, junto al Overbaum Brücke. Caminamos desde la Warschauer (la calle que veis en la fotografía bajo estas líneas, a la izquierda) hasta la calle del Muro, la Stralauer Mühler.
Observo las casas a ambos lados del muro e intento imaginar el sufrimiento de tantas familias separadas por él, como sobrevivir al horror. Hoy constituye la galería de arte más larga del mundo. En 1990 , 118 artistas se adueñaron de él y lo convirtieron en un enorme grafiti.
Es de hormigón reforzado, mide de 3,5 a 4 metros de altura y su parte superior es redondeada para que nadie pudiese agarrarse al intentar saltar. Junto a él se creó la llamada «franja de la muerte» formada por un foso, una alambrada, una carretera por la que circulaban vehículos militares, patrullas armadas y torres de vigilancia. Dividió a la ciudad en dos, como podéis observar en el mapa.
La noche del 12 de agosto de 1961 la República Democrática alemana decidió levantar una alambrada que la separara de la Alemania occidental, e interrumpiera el flujo de ciudadanos del este que se pasaban al Berlín más próspero bajo bandera americana. La alambrada, de 155 Km, se convirtió más tarde en muro de hormigón. Entre 1961 y 1989 más de 5.000 personas trataron de cruzarlo, 3.000 fueron detenidas y más de cien asesinadas mientras lo intentaban.
No puedo evitar pensar en ello mientras la vamos recorriendo despacio, aunque disfruto con el espectáculo de los murales que artistas de todo el mundo han dejado sobre su piel, mensajes en todos los idiomas, pinturas de todos los estilos, algunas realmente extraordinarias.
Un canto a la libertad y a la concordia. Se suceden las pinturas, algunas tan emblemáticas como el beso del ruso Leonidas Brezhnev al presidente de la República Democrática Alemana, Herikch Honecker.
Leo que algunas han tenido que ser restauradas ya que la inclemencia del clima alemán y el vandalismo (parece increíble que alguien pueda atentar contra ellas) habían deteriorado algunas pinturas. Al terminar el recorrido llovía a cántaros y para cuando llegamos al metro, en OberbaumStrasse, eramos dos náufragos.
Maravilloso relato Sol. Gracias
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Gracias a ti, Patxi, por dedicarme tiempo. Un beso enorme
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Siempre un placer acompañarte en tus paseos que se hacen también los nuestros. Un beso.
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Gracias David. Y para mi, encontrarte en Mi Casa. Por cierto, invito a todo el mundo a conocer tu precioso nacimiento. David tiene un blog que merece la pena visitar con asiduidad: http://lavidaposar.blogspot.com.es/
Un abrazo, guapo. Y un muy Feliz Año
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Muy feliz año, Sol.
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