Pasan los años y pese a las remodelaciones que Alexanderplatz ha ido sufriendo conserva como ningún otro punto de Berlín su sello socialista. Más que una plaza es una zona inhóspita y desmesurada, presidida por la antena de televisión más alta de la Unión Europea, la que fuera estandarte de la República Democrática Alemana. En sus orígenes esta plaza fue mercado de ganado (Ochsenmarkt) y recibió su nombre actual tras una visita a la ciudad del zar Alejandro I.
Pero pese a su gigantismo hay algo entrañable en esta plaza, siempre atiborrada de gente. Al salir del metro, un grupo de rumanos canta una canción de John Lennon. Y nos perdemos en esta plaza en ebullición. La «Alex», como la llaman los berlineses, sigue siendo el corazón de la ciudad. Fue arrasada por las bombas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial; durante los años sesenta se convirtió en una inmensa explanada rodeada de columnas de hormigón, típica de las ciudades comunistas.
En el centro, el reloj universal Urania, construido en 1969 por Erich John, una gran estructura de metal que muestra la hora en todas las ciudades del mundo. Lo veis en la imagen destacada. Y sobre estas líneas, la Fuente de la Amistad entre los Pueblos, también de la época socialista, hoy llena de grafitis y jóvenes pelando la pava.
Uno de los edificios más emblemáticos de Alexanderplatz en la Haus des Lherers (Casa de los profesores), que os muestro sobre estas líneas, obra de arquitecto modernista Hermann Henselmann, al que también pertenecen las dos torres que presiden la Stalinallee, hoy la Karl Marx Allee, una avenida imponente que conforma uno de los lados de la plaza. Aquí se construyeron los Plattenbau, edificios estalinistas donde se alojaban los miembros del partido.
Y este es el aspecto de la plaza en 1900. Una preciosidad.