No todo es desmesura en Berlín. Muy cerca de la Alexanderplatz se encuentra Nicolaiviertel, el barrio de San Nicolás, una red de callejuelas y casitas típicamente alemanas hoy repleta de tiendas, fondas y tabernas. Esta es la zona residencial más antigua de Berlín. Por aquí discurría una ruta comercial y los artesanos y comerciantes se fueron estableciendo en esta orilla del río. En torno al año 1200 se terminó de construir la iglesia de San Nicolás, una basílica del románico tardío que os muestro más abajo, a la izquierda, y a su alrededor se fue dibujando la ciudad con dos zonas principales: Berlín al este del río Spree, y Cölln en la orilla occidental.
Te pierdes por estas calles y olvidas que te encuentras en la ciudad más imponente de Europa. Nicolaiviertel fue destruido durante la guerra (como el resto de la ciudad: en mi primer viaje visité una exposición sobre el estado en que quedó tras los bombardeos, desolador) y en 1987 se reconstruyó con motivo del 750 aniversario de la fundación de Berlín. Siguiendo los planos y trazados originales, lograron rescatar algo del espíritu de la ciudad primigenia. A lo largo de los años, este barrio atrajo a personajes y artistas que vivieron o se alojaron temporalmente en sus casas, como Kleist, Hauptmann, Ibsen, Casanova, Strindberg o Lessing.
Entre el barrio de San Nicolás y la Alexanderplatz, muy cerca de la antena de televisión, se encuentra la Iglesia de Santa María. En la foto que os muestro más abajo os podéis hacer una idea de las dimensiones de las plazas y calles berlinesas. Esta es una iglesia preciosa, que inaugura el gótico de ladrillo brandeburgués en 1270. El campanario es posterior, de mediados del siglo XV. En un primer momento funcionó como iglesia católica, aunque tras la Reforma Protestante pasó a ser iglesia luterana. Originariamente estaba rodeada de casas que quedaron destruidas tras la guerra. Cuando se planteó su restauración, desescombraron la zona y decidieron dejarla aislada en la plaza.
Por dentro es una belleza. Cuenta con una nave central de techos abovedados con bóvedas de nervadura apoyadas en columnas, dos naves laterales y un púlpito central. El mobiliario es extraordinario. En el exterior de la iglesia se yergue una estatua en bronce de Lutero de tres metros y medio de altura. Una vez pasado el vestíbulo, en la base de la torre, se encuentra el fresco La danza de la muerte, de 1485, ahora en restauración. Mide 22 metros de longitud y dos de altura, y relata los estragos producidos por la peste en Berlín entre los años 1480/1484.
En el interior varias maravillas: las pilas de bautismo góticas, el púlpito barroco de Schlüter y un magnífico órgano de 1723 obra de J. Wagner y J.G. Glume. Nos perdimos el recital que ofrecen los jueves y viernes a las 13.30. Otra vez será. Escuchar este órgano en un lugar así debe ser mágico.