«Nostalgia de la nieve», de Xuan Bello

6e3a8046d3860d4e9712460ac7c3ec4doHace años que no nieva en Caces; hace años que la nieve –como casi todas las cosas importantes– sólo sucede en el pasado o en el futuro. Me dicen que ha nevado en Estambul y que el «silencio medieval» cubrió sus calles dándole a la luz, en la blancura de la vigila, la sombra del primer día de la tierra. He visto por la televisión que ha nevado en Castilla y un poquitín de nada, amontonada en sus laderas, se ve aún por el Monsacro. No nieva y a mí me gustaría saber alguna oración, subordinada a un dios desconocido, para que nevase en condiciones y los caminos cubiertos por esa delicada mano mágica se viesen marcados por las tímidas pisadas esquivas del corzo de mi infancia. Pues es cierto lo que dice Omar Pamuk: la nieve nos devuelve, a la vez, a la infancia del mundo y a nuestra propia infancia. Hoy es San Bras, 3 de febrero, y dice la tradición que en este día ya se ven que han vuelto las cigüeñas. «Per San Bras, les cigüeñes verás». Se trata de una paremia rara (son raras las cigüeñas en un sitio tan al norte como Asturias) y una advertencia campesina: a partir de hoy, mezclando memoria y deseo, las raíces aladas de la primavera comienzan a despertar.

Pronto veremos en el talud de la carretera lass prímulas iluminando algún ardiente pensamiento bravo; pronto –ya se ven amarilleando aquí y allá– las mimosas estarán en su sazón para que razone, desde lejos, lo cerca que está el milagro; pronto la primera rama florecida del ciruelo se curvará, como un signo de interrogación, preguntándonos por nuestra vida. No son raras, sin embargo, las nevadas sobre los narcisos. Los veo crecer en torno del pozo, como un ejército de soldados sonrientes y misteriosos. Aún es posible el milagro, la nieve, esa flor presentida, su blancura intacta y los pasos de la felicidad sobre el mundo. Eso espero.

Lena, mi hija, también espera por la nieve. Se imagina, claro, muchas aventuras relacionadas con la velocidad vertiginosa al deslizarse por la ladera. En el Decathlon Papá Noel le consiguió guantes, pantalones y un arrastraculos, no sé cómo llamar de otra manera a esta forma primordial de trineo, que nos hará disfrutar mucho del instante. Más o menos Lena va comprendiendo el misterio de la climatología y comienza a entender que sus padres, por mucho que sepan, no saben lo esencial: si va a nevar o no, cuántos minutos exactos faltan para que llegue la ilusión o si la luna, que esta noche toca llena, se verá desde la ventana de su habitación. Algo así les pasaba a unos turistas madrileños junto al Lago Enol, en Covadonga. Oí cómo le preguntaban a un pastor –siempre hay un pastor en las mejores historias y en los versos de Virgilio– a qué hora bajaba la niebla.

–A las cinco en punto, contestó imperturbable.

Espero, esperamos, aún por la nieve. Puedo oír su silencio sonoro. La peculiar vibración de la luz sobre la piedra brilla, entrelazando las arborescencias del liquen, en mí si cierro los ojos. Me gustaría que nevase tanto y tan puro que se restableciese el tiempo sin tiempo, la pausada rapidez de la emoción. Copo a copo, palabra a palabra, sobre la palma de la mano del mundo las semillas áureas del silencio. Salir por la puerta de casa y descubrir el enigma: hoy, sin duda, es a la vez el día primero y el último de la tierra. Hoy el niño que era y el hombre que soy se encuentran en un instante: la nieve, como un manto protector, ha descendido sobre la colina sin nombre para revelar la primavera.

Aún es posible. Aún es posible la nieve. Un pródigo viento del Norte arrastra nubes, coros de dioses olvidados, silencios elocuentes y algún que otro remordimiento por las tareas pasadas. Una noche de invierno suplico, ser consciente de la fuga y algo más que memoria, anhelo sin duda y felicidad por tener entre las manos –hoy es siempre todavía– la posibilidad de conjugar, por primera vez, verbos recién aprendidos.

Nevaba aquel día en París. Muy cerca de Notre-Dame, en un bar en el que un corso me dijo en su lengua que los caminos a mi casa pasaban por la suya, vi cómo poco a poco, copo a copo, sobre las riberas del Sena, la ciudad se diluía dejando paso a algo esencial, a un territorio inexplorado. Como el vientre materno, como la luna estampada en una bandera pirata, como azul el silencio si te dicen, entre la lana del jersey y la piel alerta, «te amo» los labios del alma. Nevaba y los desaparecidos bosques merovingios llamearon para abrirle al lobo un sendero de prímulas . El dueño del establecimiento, que se confesó felizmente corso al yo reconocer sobre una de las paredes del bar su bandera. me dijo mientras me ponía una tapa de queso sobre la mesa lavada con lejía:

–¡Si usted hubiese visto aquella nevada! Fue en 1982, yo estaba en mi pueblo, allá en Córcega. El pueblo de mis padres, para no decirle mentira. Me llevaron por una herencia de un tío. Iba a ser cosa de unos días y ya ve. Nunca nevó como entonces en nuestro pueblo. No pudimos salir en veinte días. No había nada que hacer. Al principio no entendía una palabra a los vecinos y mis parientes me miraban como a un niño consentido que se había olvidado de quien era. No sé qué pasó: la aprendí. Y había una muchacha rubia, que vi junto a la iglesia. Años después, por casualidades que no vienen al caso, me casé con ella. La encontré aquí en París, en el metro. ¿No recuerda usted aquella época? Yo recuerdo lo que veía en el telediario: la guerra de las Malvinas. Tenía quince años. Nevó mucho y ella tenía una mirada que sabía hablar conmigo. ¿Dónde estaba usted, amigo mío, en el tiempo aquel de la Guerra de las Malvinas? Ahora, ya ve, a nevar como entonces nieva…

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. José dice:

    Qué belleza de texto.
    Gracias y besos, Sol.

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  2. Sol dice:

    Xuan escribe extraordinariamente, José. En prosa y en verso, en castellano y en asturiano. Si no le has leído, merece la pena que lo descubras cuanto antes. Besos cielo

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  3. Sylvie dice:

    Si , bellísimo texto que leo y releo, sensibilidad y nostalgia pura.Hoy la niña que era y la mujer que soy se encuentran en un instante…
    Conozco a Xuan Bello a través de tus innumerables posts Sol, este supera por lo que me ha contagiado y junto a tus fotos me han hecho feliz, me regalan emoción y una sonrisa.Gracias Sol

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    1. Sol dice:

      Gracias a ti, Sylvie, a tu enorme sensibilidad. Un abrazo fortísimo, querida

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