Esta es la portada del semanario alemán Der Spiegel. Un eufórico Donald Trump emula a los terroristas del ISIS mostrando orgulloso la cabeza de la Estatua de la Libertad decapitada. No hemos vivido más de una quincena de la «era Trump», la que amenaza con destruir todo lo que el mundo, mal que bien, ha ido edificando desde el término de la Segunda Guerra Mundial, y da mucho miedo. Cuando escuchaba sus declaraciones durante la campaña pensaba, como tantos, que la democracia americana nunca permitiría que un personaje enfermo de egocentrismo, ignorante y soez presidiera el imperio; luego, como todos, creí que los poderes fácticos impedirían que un ser tan peligroso dictara el devenir del mundo; y hoy opto por encomendarme a los dioses y a la pobre y sufrida resistencia civil dentro y fuera de los Estados Unidos. Y pienso en mi hija, y en mi nieto, que tendrán que sufrir las consecuencias de este dislate. Porque yo me sé cumplida.
En la página de opinión del diario El País, un artículo lúcido y demoledor de Enrique Krauze sobre la América que votó a Trump, titulado El desengaño americano. Recomiendo su lectura.
Tendemos a pensar que no hay vuelta atrás en las libertades conquistadas, que el mundo, aunque sea mediante dos pasos adelante y uno atrás, camina hacia el progreso, la justicia y la igualdad. Pero no es verdad. Nada está garantizado, ninguna victoria es la definitiva. Veo con estupor como se derrumban muchas de las certezas que mi generación construyó durante estos años. La historia es cíclica, se repite, quizá por nuestra secular ignorancia. Carpe diem, nunca mejor dicho, porque, me temo, no nos queda mucho más.
Hace unos días escribía esto servidor, en un foro de la cosa:
Los USA son una república bananera por cosas mas sustanciales que el modo de elegir presidente. La brutalidad subyacente (y expresa) que impera en ese país -la de su way of life- solo la camufla la propaganda y el relumbrón de la riqueza obscena tan mal repartida. Un gigante sentado sobre el cofre de Alí Babá con la cabeza de un mosquito (los mosquitos saben muchas cosas, no se crea: camuflarse, chuparle la la sangre a la gente, propagar enfermedades…). Y el corazón de un negrero del Adelaide. Una potencia tecnológica sin duda. Pero Hitler también sabía construir magníficas autopistas e inventó el «escarabajo», igual que Trump es un eficiente levantador de muros. En sus astilleros se construyen temibles portaaviones y Marte cae un lustro de estos. Pero qué poca inteligencia precisa todo esto. Inteligencia.
Porque la realidad de los USA no corresponde al cliché que supo vendernos el fastuoso cine made in Hollywood de los años cuarenta y cincuenta; si acaso, los back streets en que bailaba Astaire correspondían a una América (con perdón) neoyorkina o santofranciscana, que poco tenía que ver con esa otra -mayoritaria- de hombrón rubicundo que apoya el talón de las botas en el barandal del porche, mientras mece entre las piernas un winchester, al acecho de algún distraído que pise una brizna de su green para descerrajarle tres tiros, cosa que las leyes dejarían impune, porque la defensa de la propiedad privada lo permite todo: un aforador de contadores del agua, tal como lo entendemos acá, sería de los oficios más peligrosos de la Unión. Otros más civilizados se limitan a cazar conejos; peores que los antedichos los encapuchados que querrían colgar a negros de las encinas. Menos mal que está la policía que lo impide. Sí, sí…
Todo eso está ahí, vigente, para el que sepa mirar. Por eso tienen el presidente que tienen y que se merecen, su vivo espejo.
Habrá quien se escandalice porque ignore a esa otra América más civilizada, victima de la cerrilidad de sus vecinos. Pero se echa de menos que hagan patente su disconformidad con la barbarie. Ahora se mueven algunos, claro…
PS.- Esta madrugada parto para Vistalegre 2. Beso.
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Yo prefiero mirar a ese otro país asustado y escandalizado por la llegada de Trump, y tengo esperanzas de que la sociedad civil encuentre la manera de devolverlo a su torre. Por el bien de todos. Besos, Fred
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Digo lo mismo que dije el día en que se supo que este patán era el presidente electo: ¿Qué habéis hecho, EE.UU., qué habéis hecho?
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Pues lo mismo que hicieron los alemanes cuando auparon a Hitler al poder, aunque esperemos que no con tan nefastas consecuencias. Confiemos, José. Besos, guapo
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