Al salir de los Teatros del Canal, después de haber visto la bellísima ejecución de Romeo y Julieta que nos ofreció la compañía de Ballet de Monte Carlo trataba de recordar qué otros espectáculos de danza me habían impresionado tanto. Y me volvió a la memoria el paso a dos de Mannon, ideado por Kenneth MacMillan, que interpretaron en el Albeniz Tamara Rojo y Julio Bocca; otro Romeo y Julieta del Ballet Nacional de Hungría que vi con mi hija en Budapest y un Lago de los Cisnes no recuerdo si en el Mariinsky o en el Mijailovski, en San Petersburgo. La belleza de la coreografía creada hace más de veinte años por Jean-Christophe Maillot es un ejemplo de como puede aunarse clasicismo y modernidad en un equilibrio perfecto. Desde que Maillot de hizo cargo de Les Ballets de Monte Carlo, hace casi 25 años, ha compuesto una treintena de temas para la formación. Este artista de la coreografía formó parte durante unos años del Ballet de Hamburgo, considerado uno de los mejores del mundo, bajo las órdenes del extraordinario John Neumeier.
Todo acompaña para que la función resulte perfecta. La belleza de la música de Prokofiev; la simplicidad del decorado, paneles blancos que se deslizan creando un espacio diferente cuando la escena lo precisa; la iluminación, a cargo de Dominique Drillot; el vestuario. Todo resulta esencial, elegante, simple y exacto en su perfecto equilibrio. Y los bailarines, extraordinarios.
Os dejo con ellos: