La antropóloga e historiadora María Belmonte ha escrito un libro Peregrinos de la belleza. Viajeros por Italia y Grecia cuya lectura estoy disfrutando estos días. Cuenta las andanzas de viajeros ilustres en busca de La Arcadia, sinónimo de belleza y felicidad, por tierras mediterráneas. Desde Goethe, cuyo Viaje a Italia leo en paralelo, hasta Wilhelm von Gloeden; desde Henry Miller a Lawrence Durrell.
He seleccionado un extracto para vosotros:
«La misteriosa sentencia, por inacabada y porque se desconoce su origen, «Et in Arcadia ego«, es un memento mori, una advertencia sobre la fugacidad de la vida. Que se tenga noticia, apareció por primera vez en un cuadro del Guercino en 1623 (* os lo muestro encabezando el comentario, con su detalle bajo estas líneas).
La pintura representa el momento en que dos pastores descubren una tumba medio escondida entre la maleza en un paisaje idílico. Sobre la destruida losa que la cubre, se yergue una calavera sobre la que se encuentra un ratoncito silvestre y en ella se puede leer la mencionada frase. Unos quince años más tarde, Nicolas Poussin realizó otras dos pinturas sobre el mismo tema en las que tres pastores, acompañados de una mujer con vestimenta clásica, estudian con curiosidad esa misma inscripción en sendas tumbas situadas también en un escenario bucólico. La frase tiene dos interpretaciones: «Yo, la Muerte, también existo en la Arcadia» o bien, la persona que ahora yace en la tumba disfrutó en otro tiempo de los efímeros placeres de la existencia.
Con un ánimo sin duda menos fúnebre Goethe escribió «Yo también estuve en la Arcadia», en referencia a su estancia de año y medio en Italia. De Roma dijo que era la única ciudad del mundo en la que podía vivir un artista y el único lugar en el que no había sufrido ninguno de los males que le aquejaban en el norte. Solo en Roma se podía ser incondicionalmente feliz, aunque, como buen teutón, también escribió que nunca dejó de tener una sensación extraña en compañía de gente que vivía solamente para el placer. Al igual que París se convirtió en punto de destino de intelectuales y artistas en el período de entreguerras del siglo XX, durante los siglos XVIII y XIX, Roma llegó a ser el lugar de peregrinación de todo aquel que deseaba ser alguien en el mundo del arte.»
*Goethe en la campiña romana, retratado por el pintor alemán Johann Heinrich Wilhelm Tischbein en 1787.