Él se definía a sí mismo como un fotógrafo humanista. Necesitaba estar cerca de la gente, involucrarse en sus vidas para poder retratarla. Desde los diez años, cuando reveló su primer carrete en un cuarto oscuro improvisado en un armario de la casa de sus padres, la cámara fue continuación de su mirada. La Fundación Mapfre ofrece una exposición extraordinaria de la obra de este fotógrafo norteamericano que a los veinticuatro años, recién finalizado el servicio militar, se convirtió en el fotógrafo más joven de la Agencia Magnum.
La sensación que tengo ante estas poderosas imágenes es la de hallarme frente a un ser humano comprometido con los demás, implicado emocionalmente con lo que apresa con su cámara, no ante un mero testigo distanciado. La exposición está compuesta por diversas series (me habría encantado poder mostrároslas todas), y leo que mientras trabajaba en cada una de ellas, durante los meses o años en las que iban tomando forma, convivía con los grupos que las protagonizaban. En 1959 se enteró por la prensa de un enfrentamiento entre dos bandas callejeras en Brooklyn. Contactó con una de ellas, los Jokers, logró ganarse su confianza y los retrató (bajo estas líneas, dos de sus fotografías), pero no en escenas violentas sino en su vida de marginalidad y abandono. También pertenece a esta serie la foto con la que cierro el comentario, una belleza.
En los años sesenta viaja a Gran Bretaña y realiza una serie a la que pertenecen las obras con las que abro. Las del joven con el gato me impactaron extraordinariamente. La mirada de la chica, la indefensión que rezuman estos jóvenes me conmueve. Las dos siguientes pertenecen a su serie sobre Gales, esa atmósfera triste que envuelve los pueblos mineros, que tan familiar me resulta.
Unos años antes, en 1958, recién incorporado a la Magnum, Davidson realiza una serie sobre el circo Clyde Beatty, uno de los más famosos de los Estados Unidos, pero lejos de reflejar un mundo en tecnicolor, de magia y lentejuelas, busca captar su vida cotidiana y lo que percibimos es su soledad, esa tristeza que a mi personalmente siempre me ha inspirado el circo.
Entre 1961 y 1965 se volcó en retratar las luchas raciales, cuando en Estados Unidos se libraba una batalla por los derechos civiles. El New York Times le encargó cubrir los Viajes por la Libertad en los que un grupo de jóvenes luchadores contra la segregación viajaban en autobús hasta el sur de Estados Unidos.
Os he traído un pobre botón de muestra. La exposición es impactante. Os la recomiendo.