Saint-Gilles

20161021_120659Saint-Gilles es un barrio popular, de estrechas calles arboladas, pequeñas plazas, mucho comercio y gran ajetreo de gente yendo y viniendo a media mañana. Oigo hablar en varios idiomas, me cruzo con gentes de razas diversas (bastante población árabe, muchas mujeres tocadas con hiyab) y la vida tiene ese sabor laborioso y amable que, por alguna razón, me recuerda a mi madrileño barrio de Chamberí. Aquí también han crecido las fruterías como setas, y se organiza un mercadillo en cada plaza.

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Este pequeño barrio del sur de la ciudad quizá sea su mayor escaparate de Art Nouveau. El «arte nuevo» que por primera vez busca su sello sin recurrir a estilos anteriores, seña de identidad de un siglo que se inicia y que se centra en lo puramente decorativo, jugando con las formas y los colores, y que tiene en la arquitectura  y el diseño  dos exponentes esenciales.

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Aunque existen más muestras en otros puntos del barrio, detrás de la Iglesia de Saint-Gilles, en la confluencia de las calles Jean-Volders y Vanderschrick, y a lo largo de esta última, 17 fachadas diseñadas por Ernest Blérot en 1902, a cual más bonita, todas diferentes y formando un conjunto armonioso y único. Algunas de ellas, con su firma en la fachada.

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Madera, hierro forjado, esgrafiados, miradores, piedra y ladrillo de colores. No me resisto a mostraros algunas de las fotografías que hice, enamorada de puertas y balcones. Daría algo por poder entrar y atravesar el portal, subir la escalera (¿se conservará alguna de las originales?) , llamar a cualquier timbre y entrar en uno de estos pisos. Espero un rato delante del número 5, espiando algún movimiento. No sale ni un alma, así que retomo mi camino.

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Un comentario Agrega el tuyo

  1. Fred Anónimo Veneciano dice:

    Un día lluvioso pateé el «barrio modernista», en busca de la huella de Horta y, acostumbrado a la apabullante magnificencia de los edificios de Art Nouveau del Eixample barcelonés, los hallé casí insignificantes. Edifícios-termómetro entre medianeras, económicos en barroquismo de piedra y lejos del delirio de los hierros forjados gaudinianos. Sí había estarcidos y mosaicos de mérito y diseños que me hicieron recordar las suntuosas orlas de Mucha. Pero es cierto que la modestia puede resultar amable. Y lo era.
    Saludos, Sol.

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